Los unos y los otros

Cuentos y relatos de ficción,anecdotas familiares. De todo un poco, algunos amigos tamién han colaborado... por eso lo de "Los unos y los otros"

Tuesday, January 03, 2006

Robando con elegancia

...y ya que hablamos de diamantes, vaya un cuento con diamantes verdaderos....



Mi abuelo era joyero y socio de una de las más prestigiosas joyerías de BsAs.
Pasados los años, contaba con regocijo el siguiente relato, totalmente verídico y publicado en los diarios, pero que en aquel entonces no les causó ninguna gracia, tanto a él como a su socio, ocurrido por los años 30 del siglo XX
.
Un viernes, ya cerca de la hora de cierre de la importante joyería, se detuvo en su puerta un elegante automóvil con chofer uniformado de gris, que ayudó a descender a su ocupante.
Era este un caballero alto y de porte distinguido, con los cabellos blancos en las sienes y el importante bigote bien cuidado. Aparentaba unos cuarenta y cinco o cincuenta años. Vestía la clásica levita, sombrero de copa gris y polainas blancas. Llevaba un pesado abrigo con cuello de piel sobre los hombros, dejando ver bajo el mismo, su brazo derecho enyesado y en cabestrillo. Se apoyaba en un bastón, tratando de disimular su leve cojera.
Al ingresar en el local fue inmediatamente atendido por uno de los empleados, pero él pidió con cierta autoridad por el gerente que no se hizo esperar y al saludarlo le pareció reconocer
en el nombre de su cliente, el apellido de uno de los mas acreditados hacendados del país.
Haciéndolo pasar a su oficina privada, un gran escritorio en boissere de roble con sillones de cuero bordo y lámparas de bronce y pergamino. En un rincón, una gran caja de caudales .
Sentados uno frente al otro, el caballero se interesó por cierta gargantilla de brillantes, diciendo mientras dejaba el bastón y su sombrero sobre la banqueta que estaba a su lado:
-“Mi mujer la vio no hace mucho en uno de sus escaparates, y ha quedado prendada con ella.
Hace unas semanas fueron nuestras bodas de plata, y a causa de mi accidente me fue imposible llegarme hasta aquí. Imagínese que hubo que suspender todo festejo sumándose a eso, el disgusto por lo grave que pudo haber sido mi caída. Ella la vio junto a una amiga....”
-“ Una gargantilla de brillantes.... dice usted. Permítame un momento”- dijo el joyero
poniéndose de pie mientras abría un cajón del escritorio y sacando una pequeña carpeta de terciopelo negro la colocó sobre el escritorio, dirigiéndose luego a la caja de caudales del rincón, de la que extrajo un estuche de cuero azul, cuadrado y de cierto tamaño y otro más pequeño. Regreso al escritorio y permaneciendo, de pie encendió la lámpara de bronce que estaba sobre en mismo, iluminando la carpeta negra donde apoyó el estuche azul. Se inclinó y lo abrió con suavidad. El efecto de la luz de la lámpara al caer sobre los brillantes hizo que estos, destrozados en miles de rayos iluminaran la sorprendida cara del cliente.
El joyero extendió los brazos hacia adelante con las palmas de las manos hacia arriba, mientras se sentaba, feliz del efecto que la gargantilla causo al Sr. Alzaga no sé cuanto.
-“ ¿ Que le parece ?- pregunto sonriendo.
El caballero se enderezó levemente y no ocultó su admiración:
-“Es bellísima... mucho más de lo que pensé”.- dijo mirando como hipnotizado los brillantes y los seis rubíes que como gotas de sangre pendían de ellos.
-“Si me permite, estos son los pendientes que hacen juego”- dijo abriendo el estuche más pequeño.
-“ pero puede prescindir de ellos”
-“Y¿ que precio tiene esta belleza?”
-“No es demasiado por ser lo que es”- dijo el joyero como buen vendedor – “ Pieza única;
diseño francés, 200.000 pesos, sin los pendientes”- ( unos 600.000 dólares en la
actualidad)
-“Me interesa, pero como se imaginará, no llevo ese dinero conmigo.”...y con cierta torpeza introdujo su mano izquierda en la levita sacando de ella, primero una espléndida cigarrera de plata y luego una chequera que depositó sobre el escritorio, muy cerca del estuche y los diamantes

-“Como vera me es imposible escribir”- dijo mirando su mano y brazo enyesado.
-“Podríamos enviarla a su domicilio, mañana a primera hora.”
-“¡Imposible! Ceno en una hora con mi mujer y quiero dásela hoy. Mañana muy temprano partimos para Europa en buque y ella querrá lucirla a bordo, ya sabe como son las mujeres, pero se me ocurre algo si a usted no le importa esperar, puedo enviar a mi chofer por el dinero, claro que tendría que hacerme un favor”
“ Con todo gusto”- dijo el joyero- ¿Se trata de...?
-“Escribir por mí a mi esposa, ya que yo no puedo”
-“Bien, veamos”- dijo tomando una esquela con el membrete de la joyería.
El caballero comenzó a dictar:

Querida:
Me encuentro en una delicada situación.
Por favor saca de la caja fuerte, cuya combinación sabes,
200.000 pesos y envíamelos por el portador de la presente,
Pedro, en sobre cerrado.
Nos veremos luego para cenar y te explicaré todo.
José

La carta cerrada, fue entregada a Pedro el chofer, al que se le pidió que la llevara a su Sra.
Joyero y cliente se pusieron cómodos, y entre el humo de los cigarrillos turcos del tal Alzaga no se qué y el coñac del dueño de la joyería, conversaron y rieron con la anécdota del accidente. Casi a la hora regresó el chofer, con un pequeño maletín de cuero negro. El Sr. Alzaga sonrió y comento algo sobre lo precavidas que son las mujeres, mientras sacaba un sobre marrón con el dinero del maletín y lo entregaba nuevamente al chofer que regresó al automóvil.
Terminada la operación y el estuche impecablemente envuelto y oculto bajo su brazo enyesado, el cliente fue hasta la puerta acompañado por el dueño y los empleados, donde saludó con una ligera inclinación de cabeza mientras se ponía la galera gris que llevaba en la mano izquierda.
Ya solos en el local festejaron dueño y empleados la gran venta del día.
Horas después en su casa, mientras se sentaban a cenar, la mujer del joyero dijo:
-“Bueno José, vas a contarme ahora que paso y para que quisiste que te enviara 200.000 pesos tú que nunca tocas ese dinero y quien era ese tal Pedro”...
La cuchara cayo de las manos, salpicando de sopa, la blanca camisa del joyero dejándolo con la boca abierta.

Stella

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